
Aquellas manos sutiles soñadas por mi interior,
se encargan de preservar aquello que he sostenido siempre:
que el amor lo llena todo.
No te preocupes alma mía, que de ti no exigiré
la paz del rocío,
ni la creación de serafines,
ni la incólume luz blanca,
ni la expresión de risa y contento
que siempre he deseado.
Mi momento llegará sin saber cuando,
el momentum del momento,
el destino marcado
por ese encuentro soñado por miles de vidas
antes de la mía.
Aún sueño con esas caricias,
con aquella que me hace suspirar,
la tengo tan cerca, y no la alcanzo,
porque simplemente mis ojos
no la han visto,
tal vez me han rozado,
sus ideas de rosa y espadas sangrientas,
no las he tocado.
Sin embargo, aun guardo la esperanza de que
mañana, de pie ante mi
susurrando mi nombre
y tendiéndome sus alas albas
diciéndome al mismo tiempo
que los latidos de la tierra,
juntos con los de nuestros corazones:
¡Te amo!